miércoles, 30 de enero de 2008
MANOLO RIVAS NOS ENCONTROS LITERARIOS
Conferencia de JUAN CRUZ
VISITA DA CONSELLEIRA DE CULTURA O LICEO
lunes, 21 de enero de 2008
JUAN CRUZ EN EL LICEO
Artículo de Juan Cruz no seu blog miraquetelotengodicho.
19 enero, 2008 - 08:58
Casares, Orense, insomnio
Los amigos del Liceo de Orense organizan desde hace dieciocho años unas jornadas literarias que inició Carlos Casares. Durante años ayudé a Carlos, tan lamentablemente fallecido hace cinco años, cuando tenía 60, a llevar hasta ese lugar entrañable de la cultura gallega a escritores de todas partes, y esta vez los continuadores de esta iniciativa han tenido la gentileza de llevarme a mi. Y he ido con muchísimo gusto. He hablado de la amistad y de los libros con los que se inició mi vida como lector. De la amistad hablé a propósito de Carlos, que fue un hombre generoso, abierto y leal, a quien nunca se le cruzó la tentación de la mezquindad que tanto abunda en el oficio de la vida pública, literaria, política, periodística... Por esa vía de la amistad, un ejercicio que exige la gimnasia de la generosidad, hablé también de Ángel González, a quien hoy los amigos rinden homenaje en Oviedo, una semana después de su muerte. Se hace raro: la palabra muerte unida a los nombres de gente tan vital, tan íntimamente ligada a la vida, como Carlos y como Ángel.
En la cena posterior a la charla estaban Cristina, la mujer sueca de Carlos, y Javier, el hermano de Carlos. Fue emocionante verles de nuevo, recordar de cerca la sensibilidad, el humor, esa disponibilidad para la charla y para la escucha, que distinguieron siempre a este extraordinario narrador que fue Casares. Javier desgranó algunas de esas extraordinarias anécdotas que su hermano y él atesoraron a lo largo de la vida y que Javier, que es pediatra, a lo mejor tendría que recoger algún día para que estén guardadas en un libro que las haga perdurables. Ayer contó una que yo no había escuchado nunca antes: un señor se presentó ante un funcionario, y declaró su nombre: Leonardo Obimar. ¿Y eso, qué es Obimar? El padre de este señor había tenido ocho hijos, a todos les puso el nombre que venía en el calendario de casa, y a este, a Leonardo, le tocó el día de San Leonardo, Ob. y Mar., es decir, obispo y mártir. Y se quedó Obimar, Leonardo Obimar.
Después me llevaron al hotel Los Galeones, en Vigo, para dormir. Me condujeron hasta allí José Luis Troitiña y Juan Fonseca, que tuvieron la gentileza de hacer un largo viaje para que yo descansara antes de emprender regreso, esta mañana, a las siete menos cuarto. Me colocó el hotel en la quinta planta, y me dispuse a dormir, y lo hice, durante un rato. A las dos y media de la madrugada me sobresalté con el ruido de una música insistente y ruin que me sacó del sueño con una violencia obscena, desesperante. Miré por la ventana, imaginando que ese ruido bacaladero vendría de un coche que pasaba o de una sala de fiestas cercana; era del hotel, del hotel Los Galeones, el depositario de los clientes con sueño, de gente que se supone que se aloja en un establecimiento hotelero para dormir y descansar. Me lo dijo el recepcionista: una empresa celebraba una fiesta, y había decidido que lo mejor era tener despierto al hotel entero. Llamé a la policía. La policía necesitaba una denuncia, no una simple llamada telefónica. Yo debía salir del hotel, tomar un taxi, ir a la comisaría. La música cesó en torno a las cuatro de la madrugada, y finalmente pude dormir una hora, hasta las cinco. Por la mañana puse una reclamación, que imagino que no servirá para nada: ¿quién devuelve el sueño perdido? Mientras estuve despierto escuché a Pizarro decir por qué se metía en política (para poder mirar a los ojos a las víctimas del terrorismo), y me asombré de la cantidad de malas noticias que se dan de madrugada, al menos en la televisión gallega, que era la que a esa hora daba las noticias. Entre las malas noticias, la que daba un pescador: va a subir el precio del bacalao. Me pareció irónico, que yo sufriera el bacalao musical y que se hablara del bacalao propiamente dicho en la tele. En fin.
Dudé si contar esta historia, porque es cierto que los periodistas no debemos utilizar el papel (o este ciberpapel) para denunciar lo que nos sucede personalmente. Lo he hecho por si sirve para que los que hayan sufrido lo mismo sepan que alguien más sufrió de insomnio esta noche que había empezado siendo muy hermosa, hasta que la interrumpió el bacalao.